Él
era el encargado de iluminar el mundo,
su reino dependía de su luz, de su fuerza,
de su calor, de su energía.
Los habitantes esperaban por él para recibir el
nacimiento de un nuevo amanecer.
Desde sus primeros instantes parecía ser visto como un bebé, que extendía sus brazos y manos con
gracia y alegría, pintando el oscuro cielo con colores maravillosos, que emocionaban, en naranjas, rojos, ámbares, amarillos, violáceos,
dorados, pinceladas que transformaban poco a poco ese lienzo etéreo en la más
fabulosa obra de arte realizada.
Cada despertar al
alba siempre era sorprendente, sin igual !
Él
sabia abrazar, llenar de emoción y lágrimas de alegría.
Era tanta la ternura que provocaba,
que desde la voz profunda de cada uno surgía
un inmenso y sentido: Gracias !
Era tanta la ternura que provocaba,
que desde la voz profunda de cada uno surgía
un inmenso y sentido: Gracias !
A medida que su ascenso por el
cielo iba desarrollándose los rayos de luz cada vez era más intensos, ardientes
y llenos de vida, alumbrando todo lo que tocaba, desde el océano, al celeste
inabarcable del horizonte que se transformaba cambiando su tonalidad y matices a mayor luminosidad.
Llegaba a todos los rincones del planeta, al verde de la naturaleza,
la cual le saludaba vestida de color esmeralda y tonalidades exquisitas, además
de los mil colores que llevaba en sus manos de flores, que ofrendaba de regalo a su
Dios, a su fuente de inspiración, ya que sin él no podría hacer la
fotosíntesis para vivir, y lo sabía, era su mayor admiradora, su amante devota, lo adoraba !
Su dependencia no conocía límites, ni otra forma de existir.
Su dependencia no conocía límites, ni otra forma de existir.
A la vez todos los seres que
se movían y desplazaban sobre la tierra cuando eran tocados por su luz despertaban
de ese sueño como hechizados por una varita mágica, liberándose de la oscuridad
que los sumía durante la noche, de esa pausa para descansar, para
levantarse a vivir en una constante acción ; porque él era eso! era
movimiento, ritmo, hacer cosas, vivir intensamente !, era aprovechar todo lo
que se podía mientras estuviera presente.
Con su protección nada quedaba oculto y
todo era visto con claridad, no había sitio para el temor, ni incertidumbres,
no había miedos durante el día, y gracias a él es que se podía llamar así a
esas horas de luz.
A medida que iba
pasando el tiempo, él iba recorriendo un camino, un viaje, un gran paseo por el
cielo, el cual era similar al desarrollo de todas las edades que se pueden
experimentar a a lo largo de la vida en la tierra : desde la infancia, la adolescencia, la
juventud, etapa adulta, madurez y senectud , la que llegando al final de sus tiempos no dejaba
indiferencia, porque al atardecer nadie dejaba de sentir esa tristeza por un sol
que se va apagando, que se va alejando sin ruido, que lentamente se va
despidiendo, sin pausa, y con una infinitud de cosas que pudo dar, vivir y
realizar, para dejar como legado a esos habitantes que lo contemplaban desde lejos
con tanto amor.
El regalo era su calor, su sabiduría, sus
matices que volvían a pintar el cielo de los más bellos colores, que no podían
comprarse ni capturarse.
La sensación de paz que nos deja, aunque nadie la pueda entender, está ahí, al igual que un padre o un abuelo, que se despide para continuar su viaje hacia algún lugar que va más allá del horizonte de nuestra comprensión.
Y que luego de haberse ido aún no se le puede olvidar.
En nuestros corazones y ojos abiertos al alma aun podemos recordar esa luz, ese candor que encendió nuestros sentimientos, del más puro e incondicional amor,
del darlo "todo",
sin esperar nada a cambio.
La sensación de paz que nos deja, aunque nadie la pueda entender, está ahí, al igual que un padre o un abuelo, que se despide para continuar su viaje hacia algún lugar que va más allá del horizonte de nuestra comprensión.
Y que luego de haberse ido aún no se le puede olvidar.
En nuestros corazones y ojos abiertos al alma aun podemos recordar esa luz, ese candor que encendió nuestros sentimientos, del más puro e incondicional amor,
del darlo "todo",
sin esperar nada a cambio.
Shantal
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